13 de noviembre: entre lagos

Hoy dejamos Friburgo y sus nieblas y volvemos en dirección a Berna, hacia Interlaken cuyo nombre significa "conejos en salmuera"... Otros dicen "entre lagos"... cuestión de gustos.

En una horita nos plantamos en el hotel Chalet Swiss que como en todos lados tiene el checkin a las 14:00 así que dejamos las maletas y nos vamos a Brienz.

En esta zona hay dos lagos enormes: el Thunsee y el Briensee, con profundidades de más de 200 metros y sin peces, por lo visto... y un río: sí, el Aure.

Brienz está a orillas del lago al que da nombre y es un pequeño pueblito con poco que ofrecer... pero el entorno es el más bonito de Suiza. El lago, los montes nevados, la niebla... hacen de este pueblo algo encantador y único. Las casitas son preciosas, típicas suizas y sólo tiene una calle que le recorre de cabo a rabo y con la orilla del río salpicada de estatuas de madera, entretenimiento preferido de la zona.

Para comer, nos metemos en una pizzería que es el único garito que vemos abierto: en esta época todo está cerrado, incluso el tren que sube a las cumbres. Eso hace que se pueda disfrutar mejor del paisaje y el sitio sin el bullicio de la gente. Así que con el estómago lleno volvemos al coche y al hotel para que nos den la habitación 449, dejar la maleta y salir a la calle.

Paramos en un garito para tomar un café y un chocolate para Sonia, que resulta no ser lo esperado, y un pastelito delicioso de arándanos y chocolate blanco.

Salimos hacia el puente que hay enfrente y vemos un cartel que pone Untersee que es realmente el pueblo donde está el hotel pero es que sólo están separados por el Aure. Por el otro lado del cartel, Interlaken...

Es muy parecido a Vevey o Montreaux porque son catedales del lujo: todas las marcas de lujo están aquí. La verdad es que es una calle con casa y tiendas a los lados, poco más, pero es muy bonito y lleno de jardines como el japonés, al final de la calle, o el del casino Kursaal. El pueblo está metido entre montañas y se ven los parapentes a motor volando por encima de nuestras cabezas... y los alaridos frenéticos de los clientes. Están locos estos suizos.

Para terminar el día, como siempre al COOP a por una ensalada para cenar a ver si bajamos el ritmo de grasas y azúcares: mi nutricionista me va a matar.

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