12 de noviembre: los osos de Berna

Hoy toca Berna, la ciudad de los osos, llamada así porque su fundador Bertoldo V de Zeringen tuvo los huevos de llamar a la ciudad como al primer bicho que se cargara: Berna en alemán significa oso así que ya sabes lo primero que se cargó.

Bueno, lo más importante es advertir que nunca jamás aparques en el parking de la estación de autobuses, en el Postpark: cada hora son 6 francos así que no hace falta decir lo que nos costó a nosotros, que todavía nos duele. Pero olvidemos el sablazo y sigamos por Berna: ya hemos dejado atrás la estación y llegamos a la Marketgasse que está llena de tiendas a ambos lados. ¡Cuidado con los buses, trolebuses y tranvías! Como en Thun, los locales se abren con trampillas que dan a los sótanos. Siguiendo por esta calle, llegas a la torre de la prisión, pues sigues palante y llegas a la del reloj que en cuanto se ve se sabe el porqué.

Tengo frío así que volvemos al coche a por el abrigo: el tiempo es como en todos lados  pero aquí es más húmedo. Ya con el abrigo y unos calcetines nuevo volvemos a  la torre del reloj, giro  a la izquierda y llegas a la calle del ayuntamiento que desemboca en la plaza del... Eso es, muy bien. Pequeña es la plaza.

Y volvemos a salir a la calle que venía de la torre del Reloj, la Kromgasse, para desembocar en un enorme puente sobre el Aare, que está en todos lados. Al final está el recomendado Tramdepot para comer en el que hacen su propia cerveza: muy rica y sabrosa.


Comidos con un Rosti y una salchicha de ciervo salimos pero los osos siguen sobando según nos cuentan y partimos sin ver osos y sin saber quienes son lo nombres de los tipos que hay en el suelo.

¡Corre, ven! grita Sonia ¡Mira, un oso! Es cierto; un oso somnoliento está a la entrada de la madriguera pero sale poco tiempo: debe haber salido a respirar del tufo que hay en la cueva y se vuelve a meter rápidamente: por lo menos, vimos uno, misión cumplida.

Pues con los osos, el Rosti y la salchicha seguimos camino hacia la Catedral, a la izquierda de la calle por la que vinimos. Grande, la más grande por aquí, con su Moisés y sus tablas en la fuente de la plaza y un parque lateral con vistas extraordinarias y gente jugando a la petanca... si me pongo los arraso.

Salimos del parque para llegar al Casino y un poco más alante, bordeando el río, al inmenso Parlamento, enorme, desproporcionado. En su plaza está la gente tomando el sol y jugando a ajedrez gigante. Un funicular baja al barrio Marzili, de moda últimamente.

Y poco más de Berna, la más bonita de las grandes ciudades hasta la fecha. Solo resta tomar el café de rigor, ir al COOP a por la cena y sacar el coche del parking del  infierno para volver a Friburgo.

Como comentario, indicar que la niebla se fabrica aquí: concretamente en la carretera de Friburgo a Berna. Sales de aquí con un sol mediterráneo de narices y al coger la carretera hay una niebla asturiana que no te deja ver nada. Los pedidos de niebla al resto del mundo se gestionan y producen cerca, no hay duda... En Friburgo, como el puré de guisantes de los de London, igual, igual...


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